sábado, 1 de diciembre de 2012

Capítulo 7: La puerta (Pt.II)


Se despertó de un sobresalto cayéndose de la cama que constaba simplemente de un colchón tirado en el suelo. Se encontraba anonadado. ¿Qué hacía allí? ¿Por qué no seguía inmerso en aquel fantástico sueño? ¿Por qué le habían echado del sitio en el que había sido tan feliz con ese horroroso grito repleto de angustia?

   — Imbécil — se dijo frotándose con fuerza los lagañosos y cansados ojos verde-azulados, — solo ha sido un sueño. Nada más. — Una sensación de desolación lo asaltó. Era muy triste que se sintiera completamente feliz en un sueño y no querer salir de él porque entonces los problemas y las comederas de cabeza reaparecerían, haciendo que se volviera a sentir como un desgraciado amargado incapaz de mantener a nadie a su lado. — Soy un completo imbécil — continuó, colocándose  en posición fetal iniciando los lloros nuevamente, unas lágrimas que había logrado contener durante un día entero.

Matt volvió a rememorar el sueño en su cabeza en un intento de conseguir revivir las sensaciones de paz y tranquilidad que surgieron en él y que le hicieron sentir como un niño de seis años completa y absolutamente feliz. Pero su intento fue en vano. Lo único que consiguió fue hacer que una pregunta apareciera en su mente: ¿Qué significado tiene el sueño? Teniendo en cuenta todo lo ocurrido el último mes, la última semana más bien, esto podría formar parte de ese extraño círculo de extraños sucesos.

<< Un pasillo blanco que daba a una especie de portal que resplandecía al cabo de un tiempo. ¿Qué demonios representa? ¿A qué venían esas voces? >>, pensó. Nada tenía sentido y cuando digo nada me refiero a todos los hechos que estuvieron a punto de llevar a Matt al borde de la locura. Dirigió la mirada al frente exasperado y una sonrisa burlona nació en su cara. << Seguro que todo esto el sueño y cuando cuente tres todo habrá vuelto a la normalidad >>, se autoconvenció. << Estaré en mi cama, en mi cuarto después de un largo día de entrenamiento en la playa >>. Cerró los ojos con lentitud e inspiró hondo para luego echar el aire por la boca lentamente…

   — Uno… dos… tres… — Abrió los ojos, sin embargo, seguía exactamente igual que hace tan solo unos segundos. Nada había cambiado lo que significaba que lo sucedido era real.

Se sintió decepcionado. La pequeña miga de esperanza que conservaba se desvaneció. Jamás saldría de aquella pesadilla infernal porque en realidad esa pesadilla era su vida.
   Al cabo de unos minutos, Matt giró su cabeza hacia la izquierda debido a que un fuerte dolor abatió contra su cuello al estar tanto tiempo en una misma posición, lo que hizo que vislumbrara algo que lo desconcertó: en la pared del fondo había una especie de macha marrón, más incluso que la propia pared. El muchacho se levantó y por un instante dudó entre acercarse o quedarse en el sitio, pero finalmente se decidió y comenzó a avanzar con lentitud, como si se tratara de un animal peligroso en lugar de una simple pared. Cuando se encontró a unos treinta centímetros de la extraña mancha extendió el brazo y la rozó con el dedo índice. Su tacto no era corriente, no era normal, corriente. Frunció el ceño y se acercó más colocando esta vez ambas manos en la mancha. Su textura era rugosa pero ligeramente más blanda, no sabría compararlo con algo, ya que no era algo que se viera todos los días, podría decirse que era única en su estilo.

<< Increíble >>, pensó boquiabierto, un tanto sorprendido. << Es exacta a la de mi sueño >>. Se mordió el labio inferior con los ojos abiertos como platos, palpando la mancha con mayor esmero. << ¡Es la misma! >>. Y de sopetón la esperanza que minutos atrás lo abandonó volvió a nacer dentro de él con más fuerza que nunca. Si encontraba la manera de hacer que esa mancha obrara lo mismo que en el sueño, experimentaría la misma sensación de tranquilidad y despreocupación del sueño.

Dio un paso atrás y la examinó detenidamente de arriba abajo y nuevamente otra cosa le llamó la atención: al lado de la extraña mancha que apareció en su sueño había un perfecto agujero redondo. Lo miró con curiosidad. Tenía la misma forma que…
   << La piedra >>, se le iluminó. Todo cobrara sentido, al menos en parte. La chica misteriosa le dio la piedra para que tiempo más tarde encontrara lo que sería una especie de… portal, tal vez, que se abriría colocando la piedra en aquel agujero para transportarlo momentáneamente a un lugar repleto de armonía, plagado de la felicidad más absoluta, porque ella sabía exactamente que era eso lo que Matt ansiaba en el mundo. Aunque de todos modos seguía sin tener mucho sentido… pero era lo único que se le ocurría que podría ser.

Horas más tarde, mientras Matt seguía contemplando esa especie de digamos, “obra maestra del bienestar”, alguien llamó tres veces a la puerta, la abrió sin dejarse ver tapada por ella y dejó en el suelo una bandeja con comida y lo que parecía ser una nota y salió sin hacer ruido. El chico no se había acordado de comer en los dos días que llevaba encarcelado allí, ya que el cúmulo de emociones y pensamientos era tan grande y poderoso que hacía que el hambre pareciera algo insignificante. Sin embargo, nada más ver el pato de espaguetis a la boloñesa apareció como salida de la nada. Las tripas le empezaron a rugir de forma estruendosa y sin más preámbulos se dirigió casi corriendo hacia la puerta, donde estaba la bandeja con la comida. Los espaguetis no era su plato favorito, pero en ese momento habría sido capaz de comerse una ballena entera.
   En el proceso de engullimiento Matt no se percató de que justo al lado del plato había una nota doblada a la mitad, colocada como si fuera un tejado sobre la bandeja. Solo lo hizo cuando el plato se quedó absolutamente vacío, lo había comido todo, incluida la salsa que por lo general no solía comer, — lo había arrebañado con el trozo de pan que le acompañaba.
   Primero miró al techo resoplando en signo de satisfacción, el clamor del hambre había cesado y acto seguido dirigió su mirada hacia la bandeja, donde dejó posada la vista un momento en la nota. Un tanto confuso por lo que podía poner y adormilado por la cantidad de comida engullida, la cogió con algo de esfuerzo y la leyó. La letra era de Stephanie y rezaba lo siguiente:

Sentimos habernos olvidado de tu comida estos dos días. Intentaremos que no vuelva a pasar.
Pd. Vamos a salir fuera. No intentes hacer tú lo mismo, nos daremos cuenta.

Leyó varias veces la nota con gesto de incomprensión. Tardó un rato en comprender con exactitud lo que quería decir. Se habían olvidado de su existencia. Un par de días sin verlo y prácticamente lo habían eliminado de sus vidas. Ahora tenía muy claro cuán importante era para ellos, casi tanto como ellos para Matt. Pero aún así no pudo evitar sentirse abochornado y furioso.
   Arrugó la nota de papel formando una bola y la lanzó con todas sus fuerzas al fondo de la habitación, por lo que estar chocó contra la pared — no había mucha distancia de la una a la otra por lo que no era muy difícil que eso pasara. — Se levantó del suelo con agilidad a pesar de notar que el peso de su estómago era mayor al del resto de su cuerpo y en un arrebato de ira dio una patada con todas sus ganas a la puerta y para sorpresa de Matt, ésta se abrió. El muchacho se quedó plantado en el sitio un poco consternado, sin entender cómo es que la puerta se había abierto. Se frotó los ojos pensando que todavía seguía inmerso en el sueño, pero no era así. La puerta se había abierto. Después de dos días pisaría al fin algo que no formara parte de ese oscuro y lúgubre sótano.

<< ¿Qué hago todavía aquí? >>, se preguntó con una sonrisa estúpida en la cara y sin más dilación salió de allí como alma que llevaba el diablo, pero cuando no llevaba ni cinco escalones subidos de la escalera de caracol se paró de lleno. << Ten cuidado. Tal vez no se hayan ido aún >>, se previno y empezó a subirlas de nuevo intentando hacer el menor ruido posible a paso lento. Cuando llegó al final de las escaleras volvió a pararse, agudizando el oído. Definitivamente no había nadie, tenía la pista libre. A una velocidad de infarto subió las escaleras que daban al primer piso en busca de la piedra que le ayudaría, más bien que le haría volver a ser feliz.
   Una enorme sonrisa ocupaba su cara. Solo con pensar en el hecho de que conseguiría alcanzar la alegría de su sueño… que definitivamente dejaría atrás a su detestable familia… No cabía dentro de sí.  Estaba tan contento que ni el repentino cambio de iluminación le importó. Atravesó el pasillo con los ojos brillantes, rebosantes de emoción, hasta llegar a su cuarto. Debía darse prisa, encontrar la piedra con el Sol tallado lo antes posible, antes de que Andrew, Stephanie y/ o Claudia llegaran. Si lo encontraban allí… no quería ni pensar en lo que pasaría…

Abrió la puerta, al principio con ciertas dudas, pero finalmente se decidió a hacerlo. No había llegado hasta tal punto ara no conseguir nada y volver a estar encerrado en ese cuartucho oscuro. Encontrándose dentro supo al instante donde había dejado por última vez el objeto: debajo de la cama. Se acercó a ella rápidamente, se agachó y nada más vislumbrarla estiró el brazo y la cogió. El tacto de la fría piedra sobre su piel le hizo estremecer.

<< Ya te tengo… >>, pensó aliviado y se levantó para luego salir de la habitación y volverse a su sótano, dispuesto a colocar la piedra en el agujero de la pared. Pero cuando estuvo a punto de posar un pie sobre el último escalón oyó el ruido que hacía la puerta principal al abrirse y poco más tarde unos tacones que resonaban contra el suelo. Matt tenía el corazón en un puño, se había paralizado. ¿Qué pasaría si lo pillaban? ¿Volverían a pegarle? ¿Dónde lo meterían esta vez? ¿En una caja de metal sin ningún orificio donde no entrara ningún resquicio de luz ni de aire? << Si no haces ruido alguno la pared de la escalera te tapará. Solo… solo no hagas ruido >>, se decía, avisándose a si mismo.
 
   — El bolso… — La voz era de Stephanie, parecía angustiada. — ¿Dónde he metido el bolso? — Se preguntaba. El sonido de los zapatos contra el suelo se alejó débilmente. Había entrado en el salón. Matt continuaba inmóvil en el sitio. No iba a arriesgarse a bajar en ese mismo instante. Era demasiado peligroso. Stephanie estaba a tan solo unos pocos metros. Si decidía salir por la cocina… estaba muerto. — ¡Aquí está! — Gritó a lo lejos mientras hacía ruidos hurgando en el bolso para asegurarse de que no le faltaba nada, volvió al vestíbulo.

Un sudor frío comenzó a resbalar por su frente, cuello y espalda. Los nervios lo estaban comiendo vivo y el chico no podría mantener ni un minuto más los músculos inmóviles. En cualquier momento caería al suelo derrotado y el resto sería historia. Cerró con fuerza los ojos aprovechando hasta la última gota de sus fuerzas y cuando menos se lo esperó, cuando iba a darlo todo por perdido, Stephanie anduvo de nuevo, cerrando la puerta principal tras de si. Aguantó unos segundos más dejando un margen de tiempo, y cayó desplomado al suelo.

<<…Lo peor ya ha pasado… >>, se dijo animándose, y cuando consideró que se encontraba mejor se levantó y volvió a bajar al sótano. Abrió la puerta de un golpetazo y con un andar veloz se dirigió a la zona donde se encontraban la mancha y el agujero, colocándose enfrente al llegar. Inspiró hondo con sus ojos verde-azulados cerrados. Los nervios lo estaban comiendo vivo, porque en cuestión de minutos descubriría que era exactamente esa especie de mancha. Movió cada músculo, cada articulación en señal de que estaba preparado para lo que ocurriera y sin pensárselo dos veces colocó la piedra en el agujero, que encajaba a la perfección. Pero no sucedió nada. Matt contempló más de cerca el agujero con el ceño fruncido.

<< ¿Y si…? >>, pensó mordiéndose la lengua, que la había sacado como signo de concentración. Estiró la mano para coger la piedra, sin embargo, no la quitó del sitio sino que la giró hacia la derecha y nada más hacerlo dio un paso atrás. De la mancha de la pared había comenzado a brotar una serie de puntitos plateados brillantes que dieron paso a una masa viscosa amarillo-verdosa, idéntica a la del sueño. Parecía blandiblú. Y por algún extraño motivo se sentía atraído hacia ella, ejerciendo el mismo poder que la muchacha misteriosa. Le hacía perder el control del cuerpo y mente, lo hipnotizó, de alguna manera logró hipnotizarlo, y eso añadido a las ganas que tenía de pasar de nuevo a través de él… no lo dudó ni un instante: dio dos pasos hacia delante, alargando la mano y lentamente se fue adentrando en esa masa amarillo-verdosa, y esa sensación de calidez lo abrigó en el sueño apareció de forma real, aún más fuerte, más auténtico. Si, esa vez fue de verdad por lo que las emociones de Matt se avivaron el doble, se sintió después de mucho tiempo libre de nuevo… 
   ... Pero se fue tan rápido como vino, pareciendo no en el sótano, sino en una especie de callejón oscuro y tenebroso lleno de contenedores a rebosar y rodeados de montones de basura. Recuperó de nuevo el control de su ser lo que provocó que el pánico se apoderara de él. Tenía los ojos abiertos como platos debido al miedo y el labio inferior le temblaba. ¿Qué había pasado? ¿Dónde estaba? ¿Cómo había llegado ahí? Y sin pensarlo siquiera, esperando que aquel fulgor continuara allí, giró sobre los talones para volver a casa, pero en lugar de eso lo único que encontró fue la pared del callejón llevándose un golpe en la nariz, debido al impacto de su cara contra la fría piedra del callejón.

   — ¡Joder! — Gritó el chico, agarrándose la nariz con fuerza a causa del dolor que le produjo el impacto.
***
Gritó con la más profunda de las tristezas. Anduvo a gatas, sollozando, en un intento de subirse de nuevo a la cama, pero a medio camino calló abatida por la desconsuelo, acurrucándose en posición fetal —. No… — soltó minutos más tarde con un débil hilo de voz.

El agua manaba de sus pupilas sin cesar, parecía que no pararía nunca, como su le hubieran echado un maleficio que la hiciera llorar hasta quedarse seca. Aunque no es de extrañar que lo hiciera, ya que la única fuente que tenía, que podía ayudarla, a pesar de que fuera mínimamente, a comprender algo de lo que pasaba se había esfumado misteriosamente como los rayos de Sol que iluminaban la calle horas atrás. Se lo robaron, de eso estaba completa y absolutamente segura. Y también le molestaba que el ladrón, fuera quien fuese, había accedido al lugar donde guardaba sus más profundos pensamientos y secretos. Había violado su intimidad y ahora cualquiera podía leerle su supuesto caso que dicho ladrón decidiera publicarlo para ver la reacción de Rachel y para observar por simple placer como se derrumbaba lenta y dolorosamente. Se sentía desnuda ante el mundo.
    Sus pupilas consiguieron vislumbrar con la borrosidad que le producían las gotitas de agua en sus ojos, un pequeño y redondo objeto que se encontraba debajo de la cama. Se frotó los ojos para poder ver mejor, quitando de en medio las lágrimas acumuladas en ellos que la impedían ver con claridad. Era la piedra con la media Luna tallada en ella.

<< El objeto que me metió en la mochila aquel misterioso muchacho… >>, logró recordar. Por fin había rememorado algo, no estaba todo perdido. Una sensación de alivio la abrigó con sus suaves brazos haciéndola ver una luz al final del oscuro pasillo en el que se hallaba. Había encontrado los cimientos de la casa para poder iniciar la búsqueda de la respuesta a su pregunta: “¿Qué está pasando aquí?”.
   Alargó el brazo y cogió la piedra, la sostuvo entre sus manos examinándola con ojos crítico cuando se sentó de rodillas en el suelo. Ahora solo le quedaba averiguar qué significado oculto tenía y para que servía. De repente, por el rabillo del ojo vio un mar de luces amarillas y verdes fosforitos que provenían del callejón de al lado de su casa. Nerviosa por lo que podría ser se levantó y sigilosamente se acercó a la ventana.

   — ¡Joder! — Espetó la voz de un chico en medio de la oscuridad del siniestro callejón.